Adiós, presidente
¡Adiós Presidente! “Gracias por su servicio”, parecía gimotear la muchedumbre norteamericana que quizás solo vieron al presidente Barak Obama por televisión alguna vez, pero derramaban lágrimas como si un ser querido abandonara este mundo en un mar de dolor. En enero del 2017 el presidente saliente abandonaba el Salón Oval con un 60% de aprobación de su gestión. En su emotiva despedida fueron estas sus palabras: “Estadounidenses, ha sido el honor de mi vida servirles. Dios siga bendiciendo a Estados Unidos. Sí, podemos. Sí, lo hicimos”. Ese mensaje tocó profundo el alma del pueblo norteamericano que parecía no aceptar la despedida luego de ocho años en la Casa Blanca.
¿Qué es lo que crea ese clima de tranquilidad y alegría en los traspasos presidenciales? Benedicte Bull, líder de la Red Noruega de Estudios Latinoamericanos (Norlamet), a propósito de que su país fuera nominado en más de dos ocasiones como “el más democrático del mundo” dijo, que un estado fuerte con baja corrupción y favoritismo, es lo que genera confianza. En Nicaragua casi participamos del jolgorio que acompaña las campañas presidenciales de Costa Rica, que aunque no es el país más sano de Latinoamérica, los presidentes dejan el gobierno sin revanchismo ni “gobiernos desde abajo”.
Extrañamente, hoy el poder enferma más que nunca. Los presidentes dejan de percibirse como empleados públicos, mucho antes incluso, del traspaso de la banda presidencial. Esa banda azul y blanco quisieran transformarla en corona, se sienten monarcas cuyo destino es gobernar “ad aeternum”. Gran parte de la historia latinoamericana está salpicada de dolor y sangre que ha girado alrededor de “sillones malditos”, cuyos ocupantes temporales se resisten a dejar. ¿Cuándo vamos los nicas a sentir nostalgia por un presidente saliente, cuya huella logre tocar el corazón del pueblo con el progreso y además dedicación para sostener un clima de paz y armonía social?
Estamos
escuchando voces que invitan a olvidar el caudillismo, el fanatismo y esa locura,
de que el que sube al poder se ha sacado la lotería. Si bien es cierto que
aunque el tiempo y la cultura política no da para abrazos entre contendientes
políticos y sus mecenas, no estamos a años luz de distancia de que un día, no
muy lejano, un presidente nuestro sea vitoreado multitudinariamente por logros
políticos, económicos y sociales alcanzados en su periodo de gestión, en el que
la transparencia y la honestidad como bandera lo lleven a los lugares de los
“grandes” de la historia nacional.
De seguro
un día podremos decir “adiós presidente”, en libertad, en paz, sin amarguras y
sin rencores; época en las que se habrá enterrado la ingrata historia de un
pueblo levantado en lucha desde siglos y sin descanso por la congruencia de la
ley y la justicia. Confiamos en Dios,
que en el futuro, gobernantes y gobernados podremos celebrar despedidas y
bienvenidas presidenciales con fiestas que serán una verdadera sorpresa para Latinoamérica
después de tan largos sufrimientos. Agosto 2020