jueves, 22 de febrero de 2018

De los nuevos millonarios

Eso de ser rico nuevo no les gusta a muchos, y hay quienes pagan para investigar los antecedentes de nuevos aspirantes “al club de millonarios”
07/02/2018


¿Te dice algo el “Rancho Neverland” en Santa Bárbara, California, que perteneció al difunto Michael Jackson? Pues ese “País de Nunca Jamás”, del que habla en su fantástica novela J. M. Barrie, donde la vida es diversión y aventuras sin reglas, es el sueño de todo novel millonario. Aquel que de pronto es sacudido por la “suerte súbita” y extraña de pertenecer al círculo de los nuevos millonarios sin antecedentes, busca también obsesivamente “Neverland”.
Construir su “isla de fantasía” es el principal proyecto de un nuevo rico. Un lugar cuya excelsa arquitectura atemorice, sorprenda. Ver el rostro y los ojos de sus invitados salirse de las órbitas frente al boato y la ostentación de su anfitrión y sus instalaciones. Un nuevo millonario sabe agradar, sabe ser un convidante cinco estrellas. Para ellos, de pronto como que la gente cobra más valor, no para regalarles sus bienes sino para recibir admiración, pleitesía. Porque ¿de qué sirve tener plata, si las amistades y conocidos no lo ven, no lo saben, no lo comentan? La gente alrededor de ellos es como una deliciosa vianda para el ego.
Mientras los nacidos millonarios no encuentran diferencia entre tener o no tener porque nunca les ha hecho falta nada, los nuevos ricos que han escalado y experimentado la grava hiriente y dolorosa en sus rodillas, producto de ese extraordinario ascenso y veloz encumbramiento, necesitan probarlo todo, gozarlo todo, trastocarlo todo, romper las reglas y pagar cash por sus desatinos, por si acaso, por si los dioses de la fortuna y el destino mismo, deciden abandonarlos de forma abrupta.
La locura de los nuevos millonarios es querer participar “socialmente” como grandes amigos con los “ricos clásicos” de un país como si ellos siempre lo hubieran sido. Quisieran que sus apellidos tuvieran el peso de ellos y para lograrlo hay que invertir e impresionar con un Bugatti, Ferrari, Lamborghini o un BMW “Concept Z4”, porque dinero produce dinero. Aunque hoy día ya es riesgoso construir mansiones de mil metros cuadrados sin estar en Hollywood, en el jet set de la industria mundial o en la alta política de los países del primer mundo, se lanzan al despeñadero de los gastos que no pueden luego invisibilizar, porque contrastan con su enclenque e histórica renta presuntiva.
Eso de ser rico nuevo no les gusta a muchos, y hay quienes pagan para investigar los antecedentes de nuevos aspirantes “al club de millonarios”. Les interesa saber quién es el rey Midas, quién es el padrino. Los profesionales graduados en diversas especialidades administrativas y económicas propietarios de pequeños negocios, luego de subsistir por casi dos décadas manejando su stress con tafil y pagando los préstamos bancarios como ping pong, (hoy la luz, mañana los intereses, después el colegio de los hijos) ya no se halan el cabello preguntándose cómo es que otros negocios florecen de manera espectacular, construyen edificios, compran vehículos de lujo y viajan por el mundo de vacaciones, ahora ellos entienden que en un mercado pobre pueden ocurrir “extraños loteriazos”.
Y en vez de esconder las plumas, “los nuevos”, hablan mucho más de su éxito públicamente, “de sus enormes esfuerzos de negocios” exhibiendo zapatos Stefano Bemer, Aubercy o Louis Vuitton, ya que el ojo común no diferencia entre un par de zapatos de Masaya o una marca solo para millonarios, por lo que se necesita presentarlos. Caminamos en un país de pobres con una economía que crece con exclusividad, donde la bendición del diablo atrapa y solo sorprende al estar frente a las mismas puertas del sistema penitenciario.
El autor es escritor.
fbescritor@gmail.com
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Lectura de los tiempos

Lectura de los tiempos

Las aves migratorias se marchan cuando se acercan tiempos malos. Inician vuelo escapando cuando detectan un peligro que se avecina y que puede afectarlas.
08/05/2017
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Las aves migratorias se marchan cuando se acercan tiempos malos. Inician vuelo escapando por su vida cuando logran detectar un peligro que se avecina y que puede afectarlas. No así, las aves residentes, que parecen enamoradas de su ecosistema, y esperan que las causas que ahuyentan a las otras, no podrán con ellas. Así pasa, a veces con los que gobiernan, no saben interpretar los malos tiempos, o simplemente se programan para resistir creyendo que podrán, hasta que el fin llega y ya no hay forma de cambiarlo.
“Recordar para detener el tiempo”, dijo Jaroslav Seifert (Premio Nobel de Literatura 1984).
Quizás debió agregar: detenerlo, pero como maestro. Porque los errores de tiempos pasados son la mejor lección para no equivocarnos; o para hacerlo conscientemente, disfrutando desaciertos mientras el tiempo alarga la fiesta, que tarde o temprano acabará. Los tiempos guardan códigos que enseñan cuándo soltar, cuándo abandonar, cuándo liberarse. El yugo del poder es el más difícil de soltar, y más, rodeado de un muy dispuesto conventículo en el eterno boato,  proclamando “vida para que fuera eterna”.
¿Por qué mientras la sociedad está clara y decidida a jugar su protagonismo en la historia, para ejecutar el divorcio con el gobernante al que permitió dirigir los asuntos de la nación, este insiste en nadar contra la corriente? Perder el norte, es humano, nadie está exento de cometer un error, pero vivir en la ceguera voluntaria es decisión personal. En esta situación, todo crítico es un conspirador; hechos fortuitos se elevan al cálculo de “atentados” con que se nutre la paranoia y la psicosis de persecución. Un apagón es un alerta de boicot político; una prédica contextualizada de un pasaje bíblico, o una homilía, puede enfocar las baterías de seguridad de un régimen hacia un pastor o un presbítero que lanzó un mensaje “subliminal” contra el gobierno.
Cuando ya la enfermedad está comiendo un cuerpo cargado de estrés y los riesgos de continuar al frente de un país implican insomnio, miedo nocturno, riesgos de accidente cerebrovascular, cáncer, exilio o prisión perpetua ¿vale la pena? Muchos llevan ese Santo Tomás obstinado: “Hasta que meta mi mano…” y el difunto general Pinochet repitiendo hasta la saciedad: “Soy el general de los pobres”. Mentiras y mentiras tomando cuerpo de verdades personales, cuando la mente no quiere salir del nefando sueño del poder sin límites.
Es urgente entender los tiempos. Evitar la confusión de las aves residentes frente a la tormenta que se avecina, los que en vez de escapar vuelan directo hacia el ojo que los destruirá. Igual que el venado que creyéndose libre de su cazador se lanza a un pantano que lo engulle. La mente necia hace creer que el delito es el mejor negocio, el de mejores y más rápidos dividendos; que la estafa es una profesión de inteligentes, que la política no tiene límites, que es un juego que todo permite, y que el poder es eterno.
El poderoso triunviro Marco Licinio Craso, también gobernador de la provincia de Siria, en la antigua Roma tuvo una enorme falla táctica buscando gloria de “general”, y no supo leer el tiempo que le era desfavorable. Su ambición le costó la vida al ser capturado por el enemigo obligándolo a tragar oro fundido. “Craso error” es el temerario legado de insistir en causas perdidas. ¡Misericordia, misericordia! es el clamor después, cuando ya la sordera es el virus de los gobernados, que como el profeta hebreo Ezequiel gritan sin cesar: “Ya se acerca el fin, ya está cerca el fin para ti”.
El autor es escritor.
fbescritor@gmail.com