viernes, 9 de noviembre de 2012



Voces: 9 Noviembre 2012
El poder de los espíritus
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Quien venza el dolor y el miedo, ese será dios, expresa Kirillov, un personaje en la novela Los demonios , de Fedor Dostoyevski (1870). Pero el dolor y el miedo es una carga humana indisoluble. No se puede ser humano sin miedo y dolor, y esa condición tiene mayor intensidad, en tanto los apegos a la vida sean mayores, como lo son en aquellos que detentan el poder, en cualquiera de sus formas.

Todo parece indicar que para muchos gobernantes, la asistencia de poderes sobrenaturales para salvaguardar su gestión e intereses, a través de la historia, ha sido una desafortunada obsesión, que les ha implicado tiempo, investigación, e intensos experimentos espirituales, desde comunicarse con seres del más allá, hasta abrir ventanas a demonios u otros seres del mundo no visible, del que supuestamente obtienen la fuerza y poderes especiales, que sostienen su liderazgo

Esa búsqueda de seguridad, y aliados en el mundo de los espíritus, para ejercer el poder con menos presión, ansiedad y enemigos que puedan causar daño, no es nada nuevo. Ha existido siempre, una poderosa seducción de lo misterioso en numerosos gobernantes cuya protección la asientan en astrólogos, médiums y hasta supuestos seres intergalácticos, con los cuales creen comunicarse, buscando orientación más sólida que la de sus asesores “terrenales”.

Se conoce, de personajes importantes conectados a los misterios del más allá, desde Saúl el monarca de Israel a finales del siglo XI a.C., quien consultó a la adivina de Endor con ánimo de encontrar dirección del espíritu del profeta Samuel ya fallecido. Así como, Carlomagno el famoso rey franco, a quien se le atribuye haber poseído la lanza con la cual el soldado Cayo Casio Longinos perforó el costado de Cristo, conocida también como la lanza de Longinos, o la lanza del destino, que según antiguas creencias, los que la poseen tienen garantía de victorias sin límites.

Pero es que, escapar de los enredijos humanos que se suscitan con el poder, para muchos es más fácil lograrlo —suponen—, trabajando con aquellos habitantes invisibles, que controlan información compartimentada solo en el mundo de los espíritus. Y la búsqueda de ese canal de comunicación, sea por medio de invocación, oración o símbolos, obsesionó a Hitler, con el Santo Grial y la lanza de Longinos.

Se habla del general Francisco Franco y sus protectoras —las brujas del norte de África—, Miterrand, Menem, y otros gobernantes actuales latinoamericanos, descansando en manos de mentalistas, ufólogos, adivinadores, jugadores de cartas, médiums y otros canalizadores de información extrasensorial, que utilizan en su menús, música, colores, y toda una suerte de amuletos y símbolos como fuentes y centros de poder.

A estas alturas y en pleno siglo XXI, la fascinación por utilizar los recursos de “los espíritus” está siempre en boga. La “sociedad” entre brujería y poder continúa firme, en un riesgo no calculado, en la que algunos hasta perdieron la razón.

Nadie garantiza algo bueno como resultado de esta práctica, de la que una instrucción bíblica aclara: “La revelación pertenece a los hombres, los misterios pertenecen a Dios”. El autor es escritor