martes, 2 de abril de 2013

Jesús de Galilea para ejecutivos (publicado 2004) 
Jesucristo viene a nosotros hoy, como el modelo perfecto del empresario. Como el organizador de la más formidable corporación de todos los tiempos (la Iglesia), cuya visión ha rebasado veinte siglos, e impactado a millones de seguidores en tan sólo tres años de gestión gerencial (su vida pública). ¿Cómo lo hizo y cómo lo continúa haciendo?, ¿cuál fue su estrategia…?

Primero, Jesús nos enseña que las empresas no se van a la eternidad con nosotros como a muchos les encantaría. O se acaban antes, o la heredarán otros. Suena duro esto, para los que viven sin esperanza. La Biblia no menciona ninguna sociedad anónima en el plan de salvación, con la cual cargaríamos al finalizar nuestro peregrinaje en la tierra. Sin embargo, pese a estar claros de la transitoriedad de las posesiones acumuladas durante nuestras vidas, —al igual que los talentos, habilidades o cargos que detentamos— hay quienes negociarían parte de su existencia, por llevárselos al más allá, como premio a sus desvelos y tribulaciones, y... ¿por qué no decirlo..?, extender también su confort y poder económico en la otra vida.

El Maestro Jesús es categórico cuando nos dice en el evangelio según San Mateo (6.19-21): “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Nada de lo que adquiramos aquí, resulta tan relevante como para poder comprar el boleto a la eternidad. Jesús no nos manda a no tener posesiones, muy al contrario, nos regala con abundancia, pero nos instruye con una cuidadosa didáctica, acerca del peligro de convertirlas en ídolos y justificación cosmogónica personal.

Muchos han hablado y escrito acerca de Jesús de Nazareth, como predicador, taumaturgo, maestro y otras importantes facetas de su grandiosa personalidad, pero pocos lo han descubierto como ese espectacular gerente, líder administrativo, que supo reclutar, entrenar, inspirar, motivar y dirigir un equipo de doce hombres, que bajo su influencia y dirección, y de acuerdo con sus planes y objetivos, conquistaron al mundo por su causa. ¿Qué empresario hoy, puede despertar semejante fidelidad en sus subordinados, de modo que aun en su ausencia, pueden continuar con la misma pasión y energía la visión y
y la estrategia del fundador…?

Jesús delegó tareas en los doce escogidos para la puesta en marcha de la gran empresa de salvación. El buen ejecutivo asigna funciones sin temor, otorga responsabilidades, delega con confianza. Confiere libertad de acción, no quiere mentes prisioneras en estructuras inamovibles y jerarquizantes. Motiva. Jesús enseña a los empresarios a motivar a sus equipos. El líder atrae con su simpatía. Llama a cada miembro con su nombre, se interesa por la situación particular de cada uno. Su contrato es “un sígueme”. Nada de extraordinarios currículos, sólo hombres llenos de voluntad por cumplir. La motivación: la verdad y el amor.

En el pasaje del lavatorio de los pies, descrito en el evangelio de Juan 13.1-17. Jesucristo revela los secretos de la nueva personalidad de jefe y líder que deberán tener sus seguidores, cuya esencia es la humildad. Jesús es apodíctico en esto. El que se enaltece será humillado y el que se humilla, será enaltecido.

La comunidad empresarial es, en muchos aspectos, una sociedad cerrada de intocables y ricos, —afirma Myron Rush en su libro—, “como ser cristianos y hombres de negocio”, —detrás de una fachada de hermosas casas, lujosos automóviles, elegantes vestidos y un fingido aspecto de satisfacción general, se encuentra camuflada mucha miseria, dolor, heridas y sufrimiento—. Sin embargo esto puede cambiar. Si tú, como hombre de empresa, reconoces que la magnificencia, el poder, la gloria, la victoria y el honor, y todas las cosas que están en los cielos y en la tierra pertenecen a Dios como expresa la Biblia en 2 de Crónicas 29.11-12, recibirás bendición, paz y prosperidad tú y tu casa.
El autor es escritor.