viernes, 21 de diciembre de 2012

Trabajicidio o muerte al trabajo (Diciembre 21-2012)

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Por: Franklin Bordas Lowery
El querer “vivir bien” sin trabajar, ha sido una antigua tentación. Durante todos los tiempos la historia ha sido testigo, de generaciones y generaciones de gentes, que su negocio es conseguir la gran vida con el mínimo esfuerzo. ¿Qué pasa con este fenómeno social de cargar individuos y familias completas que le dieron muerte al trabajo? Hasta dentro de la Iglesia cristiana del primer siglo, la gente se convertía en “vividora” dentro de los templos, de manera que el apóstol Pablo en su carta a los tesalonicenses ordena con dureza: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”.

“El hombre es un animal esencialmente haragán, quiere hacer que hace, sin hacer y si trabaja, es para no trabajar…”, nos dice Miguel de Unamuno, escritor y filósofo español de la generación del 98. ¿A qué se debe este fenómeno social de nacer en la inopia y morir en el silencio del abandono total? Grupos de vagos y haraganes que comparten la visión del “pasalavida” se juntan para ingerir licor o consumir algún estupefaciente de manera casi disciplinada en muchos barrios de la capital, carcajearse y pedir dinero a los transeúntes, que se movilizan por esos lugares como un mal crónico, que crea inestabilidad social y desasosiego. ¿Cuál es el origen de esta forma ingrata de vivir de estos conciudadanos que odian el trabajo?

El origen de esta forma de vida, la registra la mente desde la niñez, en que los hijos observan muy de cerca la actividad de sus progenitores y de su entorno, que contribuirá a modelar su personalidad, y desarrollar patrones conductuales. Buda decía, que la mente es como un chimpancé hambriento en una selva repleta de reflejos condicionados.

Cuando la infancia no registra actividades que involucran creatividad y esfuerzo, educación en límites, y transmisión de valores como: disciplina, orden, respeto, amor, entre otros, obviamente el sujeto no podrá, —salvo en casos extraordinarios o por acompañamiento psicológico— modificar el patrón o perfil que han ido adquiriendo. La pregunta que nace, entonces es: ¿son culpables los vagos, ladrones, perezosos etc., de vivir como viven? ¿O simplemente es un software con que se cargó su mente y no tiene otra forma de respuesta a los asuntos de la vida?

En Nicaragua asusta la cantidad de gente que ha matado al trabajo. Es una terrible epidemia que muchos estudiosos también achacan a factores como el tráfico de drogas —que aunque es un trabajo riesgoso—, es un trabajo fácil. Al desvelo permanente, producto de la TV por cable, a las consecuencias derivadas del excesivo consumo de alcohol, en fin hasta a la política y políticos le echan la culpa, del porqué la gente no quiere trabajar.

Dicen que en tiempos de Somoza se echaba presos a los vagos. Esto quizás no sea la mejor solución, pero el gobierno tiene que esforzarse en el tema de la educación, y con el apoyo de proyectos de la sociedad civil, se puede paliar esta marcha desenfrenada hacia mayor pobreza y descontrol social. “El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará”, dice el libro de Eclesiastés. El que no trabaja, o vivirá del pendejo dicen unos, o vivirá en sueños nada más.