miércoles, 11 de junio de 2014


Voces

El Cristo poeta

 
Por: Franklin Bordas Lowery   / fbescritor@gmail.com
Jesucristo el crucificado es el padre de la literatura espiritual mundial. Así se escribe de Jesucristo, Dios-poeta, el crucificado. Sus libros de poesía son los maravillosos evangelios, cuyas palabras parecen ser alimento del corazón humano y principio de eternidad. Su vida, el mejor poema del mundo. El fue el amor hecho persona. Cada minuto de su misteriosa presencia hizo historia. El mundo que lo sigue, aún hoy puede escuchar sus palabras como preciosos versos instalados en el corazón.

Sus palabras fueron pura poesía siempre. El único poeta que sin rebuscar formas transmitía versos que hacían llorar de felicidad: “El agua que yo te daré se convertirá en ti en manantial de agua, que brotará dándote vida eterna”. Hizo que los que lo conocieron no desearan olvidar el mínimo detalle de lo que vieron y escucharon.

Jesucristo no estaba inspirado cuando hablaba a las multitudes que sentían derramar de amor su corazón, Él era la inspiración viviente. No necesitó escribir porque Él era la palabra viva. Su sola presencia bastaba para llenar —no auditorios—, sino la mente de los que oían, como dictando pausadamente palabras tan llenas de verdad y belleza, que todos querían grabarlas para la eternidad.

“Ustedes son la luz del mundo”, dijo en una expresión poética-filosófica, con tal armonía de verdad, misterio y autoridad, que no existe poeta que se compare. Con esa misma autoridad y convicción nos recuerda la herencia maravillosa que espera a los que creen: “Bienaventurados los mansos porque recibirán por herencia la Tierra”.

Es que sus palabras no comunicaban únicamente, sino que inspiraban. La poesía y la literatura en general apuntan a lo inefable, aclaran por ejemplo el amor, para el que no se tiene definición con exactitud, entonces, se apunta hacia Él, solo a través de palabras llenas de armonía y contenido.

Jesucristo como extraño Dios-poeta, nos lleva del amor a la fatalidad, a la catarsis, y nuevamente al amor, en un círculo perfecto de palabra y poesía. Nuestro gran poeta Rubén inflama su corazón de fe y ternura con su humilde rogativa en el poema Canto de vida y esperanza : ¡Oh, Señor Jesucristo! por qué tardas, qué esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar al Sol tus divinas banderas! El poeta entiende que el máximo amor viene del cielo, del máximo sacrificio, del poeta-Cristo, que escribió versos al límite, con su propia sangre en la cruz.

“Algunos poetas no entienden que la poesía es una fuerza que se impone, inevitablemente en quien la crea”, recuerda el poeta venezolano Pablo Mora, exacadémico de la Universidad Nacional Experimental del Táchira. Con esa misma y extraña fuerza del poeta, el padre Azarías H. Pallais construye una pregunta suplicante, como dirigiéndose personalmente a un colega: —Agua de la luz, hermana, dime, ¿no has visto pasar a Jesús, nuestra fontana, nuestra lluvia, nuestro mar? Es que ser humano, es ser una conversación”, expresa Heidegger.

La literatura mundial abunda en mensajes del amor de Jesucristo, como el mayor inspirador poético de todos los tiempos. Su amor contagia los demás amores, pues no existe un evento más documentado y tierno en la historia del mundo, que la muerte de un hombre inocente, por amor a los demás. Un poeta cantando libertad, esperanza, fe y amor, entre los hombres es crucificado para enterrar su palabra, sin saber que más bien la palabra se multiplicaría por la eternidad. ¡Jesucristo, Dios-poeta vive

martes, 25 de febrero de 2014

Vida de perros

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Franklin Bordas Lowery

 “Llevo una vida de perros, mastico pan con veneno…”, dice la canción de la banda chilena Los Bunkers (2005). Y esto es lo que expresan los muchachos que han lavado parabrisas toda una vida en los semáforos, donde del automóvil les largan algunas monedas o simplemente un hijo de p..., como un rabioso ladrido. —Nuestra vida, es vida de perros dicen —con una burlona mueca en la boca, como disimulo de su desesperación— medio da, para llegar al día siguiente.

Limpian parabrisas en la capital muchos niños, que no se imaginan el futuro que les depara la vida, que ya los adultos, están viviendo. Viejos limpiadores van del parabrisas a las drogas, a la alianza delincuencial, a la oscuridad del mundo de las cárceles, a la demencia y al suicidio. Tétrico y surrealista mundo, cantan Los Bunkers en esta composición que dice “buscando algunos amigos, solo me encontré con perros…”.

   ¿Será que no hay otro trabajo como algunos dicen? ¿Será que perdieron el interés por hacer otra cosa, o la voluntad para luchar como los demás? Ya se ha dicho, que muchos trabajos marginales como el que nos ocupa, marca el rumbo de la mendicidad. Expertos sociales han escrito que las razones por las que se llega a la mendicidad son rupturas de lazos familiares y personales, lazos laborales y lazos sociales. Es decir, pierden conexión con la familia, deciden que el trabajo formal no es para ellos —se calcula que un diez por ciento de estas personas tuvo estudios universitarios— y pierden conexión con sus amigos.

   “Sucesos vitales estresantes”, llaman los psicólogos a estas rupturas, que parecen no tener relación con los niños, muchachos y adultos de la calle, que piden dinero por limpiar el vidrio de los autos. Porque más que experimentar sucesos vitales estresantes esta muchedumbre de “limpiadores” que cercan tu auto en los semáforos han sido formados, creados, inducidos, programados para pedir en las calles de la manera camuflada que lo hacen. Quizás la mayoría sin ser culpable de una vida que les diseñaron, los que los trajeron al mundo.

   Las madres se ocultan tras el tronco de un árbol, con un trapo en la cabeza como para no delatar su identidad, mientras los padres esperan en casa lo que estos niños habrán conseguido al oscurecer el día. Los niños que se han hecho adultos limpiando vidrios, continúan pegados con un programa de —no esfuerzo— en su mente, que al aumentar sus necesidades ya con pareja e hijos, van inclinándose a la obtención de dinero fácil, que se traduce en asaltos, robos domiciliares, venta de drogas y sicariato.

   Si se les ofrece trabajo, se ocupan tres días, y regresan a la fiesta de los semáforos. Ese ambiente ruidoso, chabacanero y libertino, es como un imán que los atrae, porque allí nacieron. Definitivamente el trabajo formal no les interesa porque no es lo suyo y tampoco la solución. De modo, que si la sociedad nicaragüense desea ayudar a estos jóvenes y niños-viejos, sería primero, trabajar con su mente, en una terapia intensiva y hasta larga, enfocada a reprogramar sus sistemas de pensamiento, para luego entrenarlos en un oficio digno y poder desafiar la vida cantando: ¿Qué vida de perro? ¿Qué pan con veneno? El autor es escritor.

miércoles, 8 de enero de 2014

Managua, 07 de enero, 2014 |

Franklin Bordas Lowery

El futuro no envía heraldos
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 ¿Quién piensa en lo que pierde cuando le quedan segundos de vida? ¿Será que mientras caía abatido Uday Saddam (hijo mayor del finado, Saddam Hussein)  abatido en Mosul en 2003 por las fuerzas especiales de los Estados Unidos, pensaba en sus mil vehículos, joyas, pinturas y otras colecciones que perdería?

La psicología de la agonía, podría poner sinnúmero de ejemplos, de personas que agonizan largamente, por su miedo a soltar bienes y propiedades.  “Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos”. Tinte lapidario destilan estos últimos versos, del extraordinario poema “Canto de Guerra de las Cosas” de Joaquín Pasos (1914), porque es verdad que al final de la vida, todas las cosas que han sido la paga de enormes y largas batallas, se van difuminando al doblar las esquinas de la edad, o al saltar circunstancias inesperadas.

Y vienen momentos en la vida, que te hacen reconocer que nada de lo que has agregado a tu patrimonio, te da verdadera grandeza. ¿Por qué las cosas van creando esclavos? ¿Qué necesidad interior nos va haciendo creer que contamos con mayores garantías, por el hecho de tener más que los otros? Disposofobia, es el trastorno de la acumulación compulsiva, (también, la incapacidad para deshacerse de ellos).

La avaricia está vinculada a este trastorno de forma directa y muy antigua, en que el avaro prefiere morir de hambre o padecer grandes necesidades, sin atreverse a tocar el dinero que guarda, que le provoca una fuerte paga emocional.

El mundo de hoy se ha estado llenando de acumuladores de cosas, de las que han ido surgiendo millones de pequeños y limitados dioses, que exigen altares y adoración muy sofisticada. Acaparadores de todo, desde llaves viejas encontradas en las calles, hasta autos antiguos, mariposas disecadas, comida enlatada, monedas, animales, casas, terrenos, y almas de aduladores, que también son como cosas que se acaparan, y que hasta se usan cuando se necesitan.

La nueva corriente de los llamados psicólogos emocionales explica, que hay “vacíos interiores” que necesitan ser llenados, y como seres tripartitos que somos, se debe atender el alma con la psicología, el cuerpo con la medicina y el espíritu con Dios, para los que viven con esperanza.

 Ah, ¡el poder de las cosas es aterrador cuando le eriges altares! Tener propiedades no es malo, pero cuando por el tener o retener posesiones, traspasas los límites de la cordura hasta la capacidad de destruir a los otros, estás caminando sobre arena movediza, porque ese afán destructivo vendrá un día contra ti.

¿A quién puedes querer, si el objeto de tu amor obsesivo son las cosas? El evangelista Mateo recuerda: “Porque ¿qué aprovechará el hombre si gana todo lo que el mundo ofrece y pierde su alma? En otras palabras, ¿Qué ganará el hombre si pierde su vida acumulando cosas, si al final no se lleva nada?“El futuro no envía heraldos”, es una frase atribuida al célebre escritor y poeta británico-irlandés Oscar Wilde.

Es que cuando nadas en posesiones, los sordos oídos no escuchan,  hasta que el magisterio de la vida te causa el dolor que ya no tiene cura. La realidad puede abrirte los ojos muy tarde, cuando ya a nadie le importas, cuando necesitas con desesperación de una mano amiga y solo te quedan los autos, las casas, el dinero y la soledad pavorosa que compraste.

El autor es escritor.

fbescritor@gmail.com