Voces
La revuelta de “los nadie”
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Franklin Bordas Lowery
¿Quiénes son los que…? —esos “son nadie”—. Despectivamente algunos han llamado a los ancianos, “los nadie”. Nadie, para decir no existen, no viven, no tienen derecho a nada, no son nada. Los nadie sin embargo, aquellos a quienes muchos tienen relegados en la esquina del hogar, que silenciosos sientan a la mesa, los que parecen no alcanzar donde están porque estorban, se han levantado para hacerse sentir, y reclamar lo que les pertenece. Ahora vuelven a vivir, ahora están viviendo. A gritos parecen decir: “Somos alguien”.
Estos hombres y mujeres mayores no son sediciosos. No han promovido un alzamiento violento contra el poder y la Constitución, sin embargo los han cercado y vapuleado como insurgentes, como enemigos de la paz, como alteradores del orden público, por solo reclamar el derecho a una pensión. La escenografía, montada por parte de los “ofendidos” ante este reclamo, parece contener el toque surrealista que Buñuel ha puesto en sus más famosos filmes. Nada más hicieron falta tanquetas de guerra y aviones, que bombardearan el sitio de protesta de estos conciudadanos de la tercera edad, que acamparon pacíficamente en los alrededores del Seguro Social.
Algo extraño está pasando en Nicaragua. “Los nadie” dicen querer cambiar las cosas, y lo expresan como si fuera fácil, como si ya en otra época lo hubieran hecho. Ellos sesentones, setentones y más, protagonistas de otros tiempos y cruzadas, parecen cansados de solo ser testigos en este tiempo, y se aprestan a reclamar “derechos prohibidos” que vuelven a encender sus viejos fuegos.
“¡Qué penoso es el fin de un viejo!” escribió Ptah-Hotep, visir del faraón egipcio Tzezi, alrededor de dos milenios atrás, —la vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre—, repite. Pero en Nicaragua la desgracia de ser viejo está íntimamente vinculada al Seguro Social. Una ancianidad sin derechos de ningún tipo, un necio, un estorbo, “un nadie” quisieran que fuera. El Seguro Social está inseguro, solo quieren gente que pague, pero que no envejezca.
El envejecimiento es una realidad preocupante en nuestro país. El Gobierno parece solo querer trabajadores activos, —cotizantes nada más, in saecula saeculorum. El que no ha cotizado, o cotizó menos de lo establecido por la norma del Seguro Social parece pertenecer a “los nadie”, los sin derecho, los sin esperanza, los enfermos, los desterrados de la sociedad.
El escriba egipcio Ptah-Hotep cuando escribió sobre las penurias de un viejo, a lo mejor ya lo estaba viviendo en carne propia. “El efecto positivo de la satisfacción con la vida (Baltes 1990) puede ser evaluado a través de emociones específicas como gozo, afecto y orgullo; en tanto que el efecto negativo puede medirse por emociones o sentimientos de vergüenza, culpa, tristeza, ira o ansiedad”.
Esto último, es por lo que están pasando los adultos mayores en el país. Tristeza, ira y ansiedad, es el motor que los guía, en la búsqueda de una más equilibrada justicia social.
Se han equivocado los promotores de este apelativo al referirse a los adultos mayores, Ah… —¿los nadie?... estos nadie han estado dando cátedra de decoro, de lucha, decisión y valentía a la ciudadanía con armas sencillas como: su edad, su sabiduría, su prudencia, su amor a Nicaragua y su confianza en Dios. El autor es escritor
Ah que tercera edad mas decidida! ...y con muchas sorpresas aun
ResponderEliminarVivan esta gente tan especial!!!. Muy buen articulo
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