viernes, 13 de septiembre de 2013

Voces

Poesía y país

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Por: Franklin Bordas Lowery


“Te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño”, escribe Rubén a Nicaragua, en una declaración poética y a la vez un compromiso, que cumplió hasta el final como un trabajador infatigable de la poesía y la diplomacia. Y ese compromiso de Darío es el testamento que recogen los poetas del presente, frente al desafío de crear desde distintos espacios culturales, en los que se afirma que la poesía está en crisis.

¿Por qué la gente, cuando oye de poetas, pretende excluirlos de su medio para hacerlos islotes de poesía? ¿Es que creen que la pureza intelectual de la que hablan los críticos, los imposibilita para otros oficios?

Podría malinterpretarse a J.A. Goytisolo, poeta español de la generación del cincuenta, cuando en su poema El oficio del poeta , escribe: —contemplar las palabras sobre el papel…— ¡Qué va!

Goytisolo habla de la poesía y el poeta como artista de la palabra, y queda mudo el otro mensaje, el de la palabra en la vida.

¡Como lo saben los poetas! aquellos que sus vidas fueron sacudidas por las palabras que lanzaron al mundo, aquellos que la poesía les dio gloria, pero también dolor.

En Nicaragua felizmente nacen poetas todos los años. Es un país de poetas, que hacen de todo, además de poesía. Médicos poetas, ingenieros poetas, publicistas poetas, sacerdotes poetas, vendedores poetas, entre otros.

Vivimos en una Nicaragua-poesía, que atesora una visión de un gran país, vivo en la imaginación de un ejército de soñadores —herederos de la visión del magnífico Rubén— “una Patria grande”.

¿Por qué escribir poesía? —se pregunta el escritor uruguayo Eduardo Espina, y su respuesta es una suerte de algoritmo simple: “Porque no se puede no hacerlo”. Y a la otra pregunta ¿para qué no escribir poesía? nos dice: “Se escribe porque algo impide que no se haga”. Y así, nacen y nacen nuestros poetas, escribiendo poesía por una necesidad interior de hablar con los otros, infinidad de veces desde la soledad de las palabras.

Pero ser poeta no significa abandonar lo otro, lo del hombre y la mujer que viven el sacrificio diario de la búsqueda del pan. Esa vivencia entre las multitudes y el don del sueño hecho palabra, hace que los poetas tengan una visión de país, que debería consultarse.

Esa búsqueda de la perfección en la poesía, que se impone Carlos Martínez Rivas, cuando en su canto fúnebre a Joaquín Pasos escribe: “Hacer un poema es planear un crimen perfecto. Es urdir una mentira sin mácula, hecha verdad a fuerza de pureza”. ¿No creen queridos lectores que valdría la pena hacer derivaciones de pensamientos notables, a la vida nacional? Nicaragua necesita poetas-estadistas, poetas-magistrados, poetas-policías. Personas que entiendan el bien que el país requiere con urgencia.

Pero que no solo lo entiendan, porque muchos lo entienden; sino que lo interpreten con claridad de poeta. Que puedan escribirlo como ellos, como si una voz interior lo estuviera dictando.

El país necesita poetas en sus instituciones, en las empresas, en los proyectos. Corazones libres que aman la justicia. Que además la predican, con su resistencia a comulgar con la indecencia y la farsa. Y que por sobre todo, sueñan llenos de amor por una Patria como un “hogar feliz” para todos, en la que podremos repetir a la manera de Martínez Rivas ese hermoso verso: “el amor ganará”. El autor es escritor.




jueves, 15 de agosto de 2013

Cáncer en las parroquias

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Franklin Bordas Lowery


La parroquia, “ese trust católico espiritual” como la llaman con grosería algunos pensadores postmodernos, está siendo perforada por lobos con piel de oveja, que en las primeras bancas del templo examinan rigurosamente a los presbíteros, y casi escanean a los parroquianos, no para encontrar dones y frutos espirituales, sino para seleccionarlos como posibles asociados a sus grupos de control. O como la vieja Inquisición, iniciar la hoguera que consumirá lentamente, a todos aquellos apóstatas de un evangelio muy particular, cuyo mandamiento principal diría: “Amarás exclusivamente al prójimo que se arrodilla delante de ti”.

Se dice que todos quisiéramos tener súbditos, discípulos, apóstoles, esclavos, fans, en pocas palabras “adoradores”. El ser humano en la elaboración de una lista de sus necesidades más fundamentales podría registrar “vanagloria”, como la número uno. Poder y grandeza, son aspiraciones que en dosis pequeñas permanecen somnolientas en el corazón humano, pero sus caricias sin rienda, apuntan a borrar a Cristo, y poner sus apellidos en los templos donde se asientan.

¿Existe un poder natural en las iglesias, además del poder del Espíritu Santo, que algunos se obsesionan por tener? Diríamos que sí. En las congregaciones hay de todo, la Iglesia es inclusiva. Dentro, además de la espiritualidad que se busca, bullen otros asuntos y sus amigables operadores, como los negocios, la política, la justicia, la investigación, la comunicación entre otros.

Con ese espectro de corazones que asisten a los templos, puede esperarse cualquier cosa. Si el párroco no es un adlátere de los seglares que gobiernan de forma casi invisible las cosas de la parroquia, necesita ser “separado”. Muchas veces el párroco ni siquiera sabe a ciencia cierta cuánto dinero mueven estos grupos parroquiales, de quienes recibe solo pequeñas contribuciones y cero cuentas.

En las parroquias la destitución del párroco, porque no es santo de la devoción de alguna comunidad o grupos de personas que lideran la parroquia, va desde cartas al arzobispo, a la orden a la que pertenece el presbítero, cartas al Vaticano con firmas falsas, acusaciones de homosexualidad, de acoso a menores, de affaire romántico con alguna parroquiana, robo, malversación de fondos, pereza, borrachera. Calumnias de las que se llenan los juzgados, ahora en las parroquias.

La gente que busca algo más que la paz en las parroquias es difícil de detectar. Y más aún trabajando desde las sombras, sin nombre sin apellido, con ingeniosas estratagemas desde plataformas de internet, a base de emails que como virus carcomen el corazón de los destinatarios y llenan de dolor las mentiras para destruir, ya sea a un presbítero o a un laico comprometido.

La Iglesia católica particularmente debe mantener sus ojos abiertos sobre quiénes son los colaboradores económicos “desinteresados” en sus parroquias. Los que ayudan, muchas veces tienen la falsa creencia, que han comprado la parroquia, que los templos y hasta los feligreses les pertenecen, y es un cáncer que va carcomiendo todos los buenos esfuerzos que se hacen. Un pensamiento del clérigo y escritor Robert Burton dice: “Allí donde Dios tiene un templo, el diablo suele levantar una capilla”. El autor es escritor.

miércoles, 3 de julio de 2013

¿Quienes son "los nadie"?

Voces

La revuelta de “los nadie”

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Franklin Bordas Lowery


¿Quiénes son los que…? —esos “son nadie”—. Despectivamente algunos han llamado a los ancianos, “los nadie”. Nadie, para decir no existen, no viven, no tienen derecho a nada, no son nada. Los nadie sin embargo, aquellos a quienes muchos tienen relegados en la esquina del hogar, que silenciosos sientan a la mesa, los que parecen no alcanzar donde están porque estorban, se han levantado para hacerse sentir, y reclamar lo que les pertenece. Ahora vuelven a vivir, ahora están viviendo. A gritos parecen decir: “Somos alguien”.

Estos hombres y mujeres mayores no son sediciosos. No han promovido un alzamiento violento contra el poder y la Constitución, sin embargo los han cercado y vapuleado como insurgentes, como enemigos de la paz, como alteradores del orden público, por solo reclamar el derecho a una pensión. La escenografía, montada por parte de los “ofendidos” ante este reclamo, parece contener el toque surrealista que Buñuel ha puesto en sus más famosos filmes. Nada más hicieron falta tanquetas de guerra y aviones, que bombardearan el sitio de protesta de estos conciudadanos de la tercera edad, que acamparon pacíficamente en los alrededores del Seguro Social.

Algo extraño está pasando en Nicaragua. “Los nadie” dicen querer cambiar las cosas, y lo expresan como si fuera fácil, como si ya en otra época lo hubieran hecho. Ellos sesentones, setentones y más, protagonistas de otros tiempos y cruzadas, parecen cansados de solo ser testigos en este tiempo, y se aprestan a reclamar “derechos prohibidos” que vuelven a encender sus viejos fuegos.

“¡Qué penoso es el fin de un viejo!” escribió Ptah-Hotep, visir del faraón egipcio Tzezi, alrededor de dos milenios atrás, —la vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre—, repite. Pero en Nicaragua la desgracia de ser viejo está íntimamente vinculada al Seguro Social. Una ancianidad sin derechos de ningún tipo, un necio, un estorbo, “un nadie” quisieran que fuera. El Seguro Social está inseguro, solo quieren gente que pague, pero que no envejezca.

El envejecimiento es una realidad preocupante en nuestro país. El Gobierno parece solo querer trabajadores activos, —cotizantes nada más, in saecula saeculorum. El que no ha cotizado, o cotizó menos de lo establecido por la norma del Seguro Social parece pertenecer a “los nadie”, los sin derecho, los sin esperanza, los enfermos, los desterrados de la sociedad.

El escriba egipcio Ptah-Hotep cuando escribió sobre las penurias de un viejo, a lo mejor ya lo estaba viviendo en carne propia. “El efecto positivo de la satisfacción con la vida (Baltes 1990) puede ser evaluado a través de emociones específicas como gozo, afecto y orgullo; en tanto que el efecto negativo puede medirse por emociones o sentimientos de vergüenza, culpa, tristeza, ira o ansiedad”.

Esto último, es por lo que están pasando los adultos mayores en el país. Tristeza, ira y ansiedad, es el motor que los guía, en la búsqueda de una más equilibrada justicia social.

Se han equivocado los promotores de este apelativo al referirse a los adultos mayores, Ah… —¿los nadie?... estos nadie han estado dando cátedra de decoro, de lucha, decisión y valentía a la ciudadanía con armas sencillas como: su edad, su sabiduría, su prudencia, su amor a Nicaragua y su confianza en Dios. El autor es escritor


miércoles, 29 de mayo de 2013



Homenaje a Jesucristo Poeta
Por Franklin Bordas Lowery*

Sus libros de poesia son los maravillosos evangelios que otros escribieron, con el principio de la eternidad. Su vida, el mejor poema del mundo. El fue el amor hecho persona. Cada minuto de su misteriosa presencia, hizo historia. El mundo que lo sigue, aun hoy puede escuchar sus palabras como preciosos versos instalados en el corazon.

Sus palabras fueron pura poesía siempre. El único poeta que sin rebuscar formas, transmitía versos que hacían llorar de felicidad: “El agua que yo te daré se convertirá en ti en manantial de agua, que brotará dandote vida eterna”. Hizo que los que lo conocieron no desearan olvidar el minimo detalle de lo que vieron y oyeron.

Jesucristo no estaba inspirado cuando hablaba a las multitudes que sentían derramar de amor su corazón, El era la inspiración viviente. No necesitó escribir porque El era la palabra  viva. Su sola presencia bastaba para llenar –no auditorios- sino la mente de los que oían, como escribiendo pausadamente
palabras y palabras tan llenas de verdad y belleza, que todos querían grabarlas para la eternidad.

“Ustedes son la luz del mundo” dijo en una expresión poética- filosófica, con tal armonía de verdad, misterio y autoridad, que no existe poeta que se compare. Con esa misma autoridad y convicción nos recuerda la herencia maravillosa que espera a los que creen: “Bienaventurados los mansos porque recibirán por herencia la tierra”.

Es que sus palabras no comunicaban unicamente, sino que inspiraban. La poesía y la literatura en general apuntan a lo inefable, aclaran por ejemplo el amor, para el que no se tiene definicion con exactitud, entonces, se apunta hacia el, solo a traves de palabras llenas de armonia y contenido. Pero Jesus era algo mayor, era el poema y el poeta.

El poeta mas grande de todos los tiempos Jesucristo y el mas poderoso y humilde de los humanos que ha habitado este mundo, creó el irrefrenable deseo de los que lo escucharon, de cambiar sus vidas. Cada expresión parecía estar cifrada con una llave, a la que solo accederian los humildes de corazón. No ha existido nunca jamas nadie, cuyas palabras fueran escritas en el interior de los que lo escucharon y luego ser heredadas a perpetuidad.

 El poeta del amor, el máximo cantor de la vida, testimonio viviente del sacrificio por amor nos dice: “amense los unos a los otros como yo les he amado”. Jesucristo es mi poeta predilecto, Señor de la palabra, Señor del poder de la palabra, dueño de la musica de la palabra y la expresion viviente de ella. Jesús es el Señor de mi vida.



Nota: recordando una Publicacion en ocasión de la madre, Jueves 30 de Mayo 2002

Apologética a la madre universal
Maria fue también la otra víctima. Madre también torturada como su hijo en el calvario. Porque ¿no es tortura también observar el dolor que le infligen a un hijo siendo además inocente?

¿Comprendemos que María es madre y primera apóstola de Jesucristo?... ¿que ni siquiera San Pedro, o San Juan o Santo Tomás, ni uno solo de los apóstoles pudo conocer con profundidad al Dios-Hombre sino su madre, que lo acompañó desde el alumbramiento hasta su muerte y resurrección?...

“Jesús hace ya días que tiene los ojos preocupados. Le noto que me huye la mirada cuando nos quedamos solos. Y habla de cualquier cosa sin parar, porque sabe que si hace un segundo de silencio, yo le haría la pregunta que él teme. Sabe que no he olvidado las palabras de Simeón, y que sigo teniendo la espada bien adentro. ¿Puede acaso una madre olvidar que su hijo caerá crucificado entre el amor y el odio?” (
Páginas del Diario de la Virgen 1963).

Como toda madre, Maria lo cubre con sus brazos y lo arropa, lo entibia, y le canta para que aquel niño —Dios viviente—, alcance la seguridad de cualquier recién nacido. Como cualquier mamá, le da su alimento, se preocupa ante su llanto de infante, permanece atenta cuando gatea, y luego, cuando sus primeros pasos. Cuando balbuceó nuestro Señor sus primeras palabras, y le salieron sus primeros dientes; en las primeras e inevitables caídas de pequeño, allí estaba María su madre, perseverante y tenaz, protegiendo al rey de reyes, cuyo misterio le fue revelado por Gabriel, el ángel enviado por Dios.

María, no parece ser una madre diferente a las madres de hoy y de siempre. No parece diferenciarse mucho de una madre nicaragüense en cuanto al celo en el cuido y protección de su niño. Al caminar María por las calles de Nazaret con su niño —nuestro Dios vivo— como cualquier mamá, sosteniéndolo en su regazo, nadie imaginaria en esos momentos que aquella mujer era la escogida por Dios para ser madre del redentor, y que cargaba al Señor Jesucristo en sus brazos, al mismísimo Dios en la Tierra.

-María dió el ser y la vida humana al autor de toda gracia, que  ni los patriarcas, ni los profetas, y ningún santo de la antigua ley pudieron hallar- dice con gran acierto Luis de Monfort
(El Secreto de María, Monfort).

María sin embargo no era una madre cualquiera, era una madre llena del Espíritu Santo de Dios. Podemos entender que ella conocía perfectamente el poder de su hijo Jesucristo, pero su misión era apoyarlo, y guardar los secretos que le fueron confiados. Una madre que conocía por revelación divina, del trago amargo de la cruz de su hijo, que habría de sobrevenir. Y era sólo por el poder del Espíritu Santo, que nuestra madre adorada, calladamente ya soportaba la cruz.

María estuvo siempre respaldando a su hijo, como las madres nicaragüenses lo hacen también. María se angustió al extraviarse su hijo para luego de tres días de afanosa búsqueda, ser encontrado en el templo. También las madres de hoy sufren el extravío de sus hijos, en un mundo cada vez más engañoso y llamativo, y luchan con angustia y terquedad amorosa, un reencuentro. Las madres Marías, transigen con el sufrimiento de sus hijos.

En el Día de la Madre saludamos a todas las Madres-Marías de Nicaragua, tan valientes, fuertes y tercas con el cuidado de la familia, sus hijos, su hogar.

martes, 2 de abril de 2013

Jesús de Galilea para ejecutivos (publicado 2004) 
Jesucristo viene a nosotros hoy, como el modelo perfecto del empresario. Como el organizador de la más formidable corporación de todos los tiempos (la Iglesia), cuya visión ha rebasado veinte siglos, e impactado a millones de seguidores en tan sólo tres años de gestión gerencial (su vida pública). ¿Cómo lo hizo y cómo lo continúa haciendo?, ¿cuál fue su estrategia…?

Primero, Jesús nos enseña que las empresas no se van a la eternidad con nosotros como a muchos les encantaría. O se acaban antes, o la heredarán otros. Suena duro esto, para los que viven sin esperanza. La Biblia no menciona ninguna sociedad anónima en el plan de salvación, con la cual cargaríamos al finalizar nuestro peregrinaje en la tierra. Sin embargo, pese a estar claros de la transitoriedad de las posesiones acumuladas durante nuestras vidas, —al igual que los talentos, habilidades o cargos que detentamos— hay quienes negociarían parte de su existencia, por llevárselos al más allá, como premio a sus desvelos y tribulaciones, y... ¿por qué no decirlo..?, extender también su confort y poder económico en la otra vida.

El Maestro Jesús es categórico cuando nos dice en el evangelio según San Mateo (6.19-21): “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Nada de lo que adquiramos aquí, resulta tan relevante como para poder comprar el boleto a la eternidad. Jesús no nos manda a no tener posesiones, muy al contrario, nos regala con abundancia, pero nos instruye con una cuidadosa didáctica, acerca del peligro de convertirlas en ídolos y justificación cosmogónica personal.

Muchos han hablado y escrito acerca de Jesús de Nazareth, como predicador, taumaturgo, maestro y otras importantes facetas de su grandiosa personalidad, pero pocos lo han descubierto como ese espectacular gerente, líder administrativo, que supo reclutar, entrenar, inspirar, motivar y dirigir un equipo de doce hombres, que bajo su influencia y dirección, y de acuerdo con sus planes y objetivos, conquistaron al mundo por su causa. ¿Qué empresario hoy, puede despertar semejante fidelidad en sus subordinados, de modo que aun en su ausencia, pueden continuar con la misma pasión y energía la visión y
y la estrategia del fundador…?

Jesús delegó tareas en los doce escogidos para la puesta en marcha de la gran empresa de salvación. El buen ejecutivo asigna funciones sin temor, otorga responsabilidades, delega con confianza. Confiere libertad de acción, no quiere mentes prisioneras en estructuras inamovibles y jerarquizantes. Motiva. Jesús enseña a los empresarios a motivar a sus equipos. El líder atrae con su simpatía. Llama a cada miembro con su nombre, se interesa por la situación particular de cada uno. Su contrato es “un sígueme”. Nada de extraordinarios currículos, sólo hombres llenos de voluntad por cumplir. La motivación: la verdad y el amor.

En el pasaje del lavatorio de los pies, descrito en el evangelio de Juan 13.1-17. Jesucristo revela los secretos de la nueva personalidad de jefe y líder que deberán tener sus seguidores, cuya esencia es la humildad. Jesús es apodíctico en esto. El que se enaltece será humillado y el que se humilla, será enaltecido.

La comunidad empresarial es, en muchos aspectos, una sociedad cerrada de intocables y ricos, —afirma Myron Rush en su libro—, “como ser cristianos y hombres de negocio”, —detrás de una fachada de hermosas casas, lujosos automóviles, elegantes vestidos y un fingido aspecto de satisfacción general, se encuentra camuflada mucha miseria, dolor, heridas y sufrimiento—. Sin embargo esto puede cambiar. Si tú, como hombre de empresa, reconoces que la magnificencia, el poder, la gloria, la victoria y el honor, y todas las cosas que están en los cielos y en la tierra pertenecen a Dios como expresa la Biblia en 2 de Crónicas 29.11-12, recibirás bendición, paz y prosperidad tú y tu casa.
El autor es escritor.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Nosotros, los crucificados

27 de Marzo 2013
Por: Franklin Bordas Lowery








¿Quién no tiene una cruz? Los multimillonarios, de quienes solemos pensar que nada les falta, tienen su cruz. Los olvidados de este mundo, aquellos que ya nadie recuerda porque no tienen nada, y parecen ser “cosas vivientes”, cargan también su cruz. En el mundo del espectáculo —Hollywood— abundan personajes que sonríen a las cámaras como si vivieran en el paraíso, pero allí tienen su cruz personal. La cruz es parte de la existencia humana.

Entonces, ¿qué es la cruz?

La cruz es el símbolo del dolor, pero también es el símbolo de la redención. Dolor y redención, explican caídas y levantadas, aflicción y contentamiento. Algo duro tuvo que pasarle al científico e inventor estadounidense Benjamín Franklin, para expresar sabiamente, que después de las derrotas y las cruces, los hombres se vuelven más sabios y más humildes. ¿Cómo no va a brotar la humildad después de tanto sabor amargo? La lección del crucificado, es la experiencia humana del dolor del inocente, del maltratado, del calumniado, el vilipendiado. Es la experiencia del abandono, de la pérdida del sentido de la vida.

Durante los primeros siglos, la crucifixión fue más que subir a un “patibullum”. Antes de la crucifixión los romanos acostumbraban flagelar al reo, hasta desbaratarle la piel y luego obligarlo a cargar un yugo de madera en sus hombros, hasta el sitio donde sería su ejecución. Era un espectáculo macabro, brutal y triste a la vez, presenciar el suplicio infrahumano, de infligir dolor con máximo sentido destructivo y lujo de violencia.

“Ser crucificado” es ser arrastrado a la animalización del ser humano. Es confiscar la condición de persona, como si no fueran como nosotros, dirían los pensadores cristianos. Simplemente —deshumanizarlo—. Aspirar a que el dolor del otro, vaya más allá del sufrimiento de los demás. Ascender de lo humanamente resistible, hasta lo espiritualmente irresistible.

Se dice, que como no había palabras para describir el dolor que experimentan los crucificados, se inventó “dolor excruciante”, —que significa dolor de la cruz—, para explicar el tipo de dolor y el sufrimiento incomparable, de los que pasan por esa despiadada ejecución.

Es que el dolor de la cruz comienza con el desprecio del inocente. Con el falso testimonio, de aquellos, para quienes el dinero empodera en la maldad y la destrucción de los demás.

La cruz tiene vigencia en los momentos que nuestro gozo es sustituido por el terror, la angustia, el llanto, la cárcel y la enfermedad. “Nosotros los crucificados”, parecen repetirse los cristianos en los momentos más difíciles. En aquellas situaciones tormentosas que ponen a prueba el alma y el espíritu sin razón aparente, ellos se saben escalando la cruz del Gólgota, la cruz del inocente. Pero esa cruz por la que todos ineludiblemente deben pasar, al final deja un sabor de fuerza, de paciencia y de gozo, de haber luchado y vencido tantos obstáculos que la misma vida va poniendo delante.

Hoy la crucifixión continúa ejecutándose, aunque ya no con la costumbre romana.

Hoy nos crucifican en una cruz invisible.

Con calumnias, con traición, con falsos testigos, con soledad y abandono, con trampas legales, con muerte civil.

El dolor de la cruz continúa siendo indescriptible en el corazón de los crucificados, aunque resuena en los oídos la voz del Maestro diciendo: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). El autor es escritor.


viernes, 22 de febrero de 2013






Voces     Managua, 22 de febrero, 2013 | Actualiza

           El apetecido trabajo desde arriba

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Franklin Bordas Lowery
fbescritor@gmail.com

¿Por qué todos los que dicen que quieren trabajar por Nicaragua, buscan un empleo en el Gobierno? Aires franciscanos burbujean alrededor de aquellos empecinados en colaborar con el “rescate del país”, que humildemente repiten que las cosas están mal, que la crisis, etc., pero buscan afanosamente estar detrás de un sillón público, y cuando lo consiguen, caminan con silencio de difuntos, o andan “encubiertos”, para que no se les recuerde aquello del interés por Nicaragua, que preconizaban ardientemente en las entrevistas.

Los empleados corrientes del Gobierno, —menores e intermedios— que pululan en los ministerios, no es lo que atrapa a los que quieren transformar el país. Son los altos cargos del escalafón político, donde se come con el poder a diario, lo que desvela a estos paladines que han decidido “combatir el mal” desde arriba. Pobreza, corrupción, desigualdad, inmoralidad son los altos estandartes que esgrimen los candidatos al círculo de los intocables, mientras Maquiavelo recuerda que “no hay que atacar al poder si no tienes la seguridad de destruirlo”. Bah, de todos modos se sobrevive en el intento, y esto, certifica que el fin justifica los medios de forma conveniente.

Muchos odian el quehacer desde abajo, que significa exigencia, voluntad, disciplina y esfuerzo, porque eso no está en su manual de vida, el espíritu de sacrificio se lo dejan a otros. Y como el náufrago, aguardan que la playa aparezca por encanto, o el billete del premio mayor se muestre en un reluciente sillón político, que esperan con cierta impaciencia. Claro, luego de ver como les va, a ciertos funcionarios del gobierno o paragobierno —cuyo fenotipo habla— y de quienes se dice que trabajan ardua e invisiblemente, no es para menos, llevar adelante la lucha de sus candidaturas in extremis.

Hay quienes opinan que la mayoría de los que luchan por los de abajo, lo hacen con un destino claro: ser parte de los de arriba. No sabemos si así fue con Lula da Silva, que de mecánico pasó a ser presidente de Brasil, quién aclaró tempranamente cualquier promesa que pudo haber hecho en relación a la pobreza diciendo, “si fuera fácil resolver el problema del hambre, no tendríamos hambre”. No decimos que trabajar en el Gobierno del país, —desde arriba—, es malo. Malo es el que no quiere trabajar y piensa que la mejor forma de hacerlo es estar allí. Trabajar desde arriba es un sueño veranero de muchos críticos.

Tener tiempo para no hacer nada y decir que hace, y que le paguen por aparecer en público no deja de ser tentador. ¿Por qué los que quieren trabajar para cambiar Nicaragua, no se les ve trabajar? Los que están cambiando Nicaragua están trabajando todos los días desde que el sol sale, anónimos, imperturbables y estoicos.

¿Por qué todos aquellos que quieren transformar Nicaragua no se comprometen a trabajar desde abajo primero, pero además comenzar a hacerlo? John F. Kennedy nos regaló esta espectacular frase: “Así pues, compatriotas: no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes, por su país”. Entonces, ¿Qué puedo hacer yo por mi país? El autor es escritor.