lunes, 29 de octubre de 2012


Opinión: Julio 2012
Los obispos y la política
 

La Iglesia de Jesucristo no está en el cielo aún, está en la tierra, por lo tanto su denuncia en el ámbito de lo moral, lo espiritual, económico, político etc., es correcto, necesario y urgente. El cardenal Norberto Rivera Carrera, titular de la Arquidiócesis Primada de México, en una homilía de cuaresma del presente año, advirtió que hay muchas realidades que “huelen mal” como resultado del proceso de enfermedad y muerte que sufren las instituciones y la sociedad. El arzobispo consideró que corresponde a la Iglesia católica dar la alerta sobre los síntomas de putrefacción, y si es atacada por ello, las cosas no cambiarán porque es tanto como “matar al mensajero”, publicó Notimex en marzo 2011.

A algunos les repugnó escuchar cuando en su última homilía, en marzo de 1980, monseñor Romero dijo: —la ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación—.

Denunciando lo que no está bien, muchas autoridades de la Iglesia han sido objeto de atentados, tramas y calumnias, persecución, espionaje y asesinatos.

Monseñor Gerardi fue asesinado el 26 de abril de 1998 en Guatemala, dos días después de haber presentado de manera pública el informe de la Recuperación de la Memoria Histórica del país que intituló: “Guatemala Nunca Más”, y que recopila testimonios de las víctimas del conflicto armado en el país, en la década del sesenta.

¿Qué dijo monseñor Pierre Claverie, sacerdote dominico y obispo de Orán, para ser el blanco de un grupo de asesinos? ¿Qué golpeó la conciencia de esa gente al grado de no querer oírlo más? Parecen resonar con fuerza sus palabras: “He luchado por el diálogo y la amistad entre las gentes, las culturas y las religiones. Todo ello merece probablemente la muerte, y estoy dispuesto a asumir los riesgos; ¡incluso sería un homenaje al Dios en el que creo!” (mayo, 1994).

Las autoridades de la Iglesia católica, cristiana, defensora de los principios de Cristo, sujetos a las leyes espirituales del reino de Dios, navegan en la encrucijada de someterse a una paz artificial muy personal, aceptando las manifestaciones de la injusticia, la inmoralidad, la ilegalidad como un perfecto y acomodaticio estilo de vida natural y postmoderno, basado en un disfraz de “tolerancia cristiana”; o batallar con ese espíritu de lucha por desenmascarar el error, el abuso, la maldad y el pecado, que es obligación de todo cristiano comprometido con la verdad.

“Con un oído en el pueblo y el otro en el evangelio”, “instruía el obispo de la Rioja, Argentina, monseñor Enrique Angelelli, asesinado en 1976 en un accidente prefabricado, para no dejar pistas, según las investigaciones periodísticas del caso.

Los cristianos del mundo claramente entienden que la Iglesia debe de ser una especie de muralla contra el mal. La Iglesia católica y su estructura como depositaria de la fe y el compromiso con la verdad estará sujeta siempre, a enormes batallas. ¿Cómo podrían los obispos y sacerdotes contribuir a la paz y al bien común, sin exhortar, sin denunciar la injusticia? Cuando los obispos de Nicaragua y el mundo se enfrentan con decisión a poderes naturales nos recuerdan las palabras que el Señor le dijo a Josué: “Esfuérzate y sé valiente” La política también es un campo misionero y Cristo es el referente por excelencia.


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