Opinión Junio 2011
¿Quién es la camarera del hotel Sofitel?
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Así como se conoce de recetas financieras que propone a los países-clientes para hacer ajustes macroeconómicos, no se descarta que esta poderosa institución del Fondo Monetario Internacional (FMI) tenga también recetas sobre la moral, la prudencia, y la mesura, que debe guardar su élite de ejecutivos moviéndose por el mundo, pero que aparentemente omitió el multinacional señor Dominique Strauss-Kahn, en su viaje de negocios a Nueva York, —según los reportes internacionales de noticias—.
El escenario es de locos. Uno de los hombres más influyente del planeta en materia financiera, hospedado en una hermosa y carísima suite del hotel Sofitel de Nueva York, que puede pagarse los caprichos más caros y ostentosos que pueden haber, —cerebral—, por la función que desarrolla en esa compleja y afamada institución financiera, decide como un lobo en luna llena atacar a una camarera, descuidando todos los principios de seguridad personal, a los que debería estar habituado, no solo como mandatario de esa institución, sino también de su posible candidatura a la presidencia del gobierno francés. Nuevamente observamos cómo el error y el poder parecen caminar juntos, y este es un ejemplo dramático.
Strauss-Kahn perdió el norte, si todo esto que afirman los diarios internacionales fuera verdad. Si fuera verdad que le gustó tanto la hermosa camarera de Ghana color canela de 1.80 metros Nafissatou Diallo, que lo hipnotizó, hasta perder la razón en segundos. ¿Qué hechizo pudo darle esta mujer, que el hombre como un muñeco de trapo víctima de sus emociones y una momentánea ebullición de su testosterona perdió el juicio, al punto de querer poseerla, sin importarle dilapidar su futuro, que claramente aparecía como luminoso? Pero ocurre. Esto de perder la razón por alguien, le ha pasado a muchos. Le pasó al rey David con la hermosa Betsabé, al expresidente Bill Clinton le pasó con la joven y fresca Mónica, y a muchos más les ha ocurrido. Y como todo, las consecuencias son abrumantes.
Si no fuera cierto, todo lo que se ha dicho de este hecho; si todo lo que se ha publicado en los diarios fuera un siniestro y peliculesco montaje, sería ruin e infame todo lo que ha pasado este hombre. En realidad casi nadie escapa a tener enemigos visibles e invisibles, y en el caso que nos ocupa, el menú de razones por las que quisiesen destruirlo, podría ir desde una conspiración internacional que lo quiere destituir como jefe del FMI, fuerzas oscuras que quieren eliminarlo como posible candidato a la presidencia de Francia, el avispado subordinado que ambiciona su puesto, o el enemigo en algún país, a quien descalificaron como sujeto de crédito, en fin, hasta porque su suegra lo detesta y quiere verlo humillado.
La verdad es que los medios enjuiciaron a Dominique ante la opinión pública, antes que un juez lo hiciera, y el veredicto es de culpabilidad, sin haberse demostrado esto. Ya en el banquillo de los acusados el peligro resulta también inminente, el ataque a una mujer es grave en el mundo civilizado, por lo que el juez que atiende el juicio tiene que ser un artista ante esta causa, ya que también él, paradójicamente, puede ser una víctima del caso en un pequeño descuido.
De Nafissatou Diallo no se sabe mucho. Solo que desapareció desde la mañana siguiente a la denuncia. Flotan dudas en el ambiente. ¿Es realmente una humilde y necesitada trabajadora del hotel, o es una inteligente infiltrada que jugó un rol planeado de alta precisión, para culpabilizar al aspirante de la presidencia francesa de un delito sexual? ¿Quién es esta mujer a quien los diarios llaman “camarera”?
El caso nos obliga a reflexionar. Los detalles mueven los hilos de la “emoción pública”. ¿Sabes quién soy yo? preguntó Strauss-Kahn a la hermosa camarera. De si ella lo sabía o no, queda en el aire.
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