lunes, 29 de octubre de 2012




             Reo de una “iglesia” abusadora (Feb. 2006)

Se autollaman iglesias, aunque operan como exitosas y lucrativas empresas, planifican y hacen proyecciones financieras, diseñan estrategias de negocios que incluyen fantásticas promociones de promesas, hacen segmentación de mercado, y hasta promueven productos de confort y seguridad espiritual. Lanzan campañas para captación de nuevos clientes, que en su propio argot significan —almas—, que fidelizan (o programan) con esperanzas de una vida llena de prosperidad. Esto va más allá de la adicción a Nostradamus, al esoterismo, la metafísica, el tarot, la adoración de los astros y el fanatismo por los extraterrestres; esto ya no es bola pasada, es grandes ligas. En nombre de Dios (no sabemos cuál), van creando una nueva forma de esclavitud: la esclavitud espiritual.

En su libro Churches That Abuse (Iglesias que abusan) explica el doctor Ronald Enroth, que “el liderazgo se orienta hacia el control y manipulación total de la feligresía hasta lograr su sometimiento, manteniendo un estilo de vida rígido y legalista...”. Ya esto cae en el mundo de la contrainteligencia, el surrealismo y la paranoia, obligándose los miembros a vigilarse unos a otros de forma enfermiza, para juzgar el menor desliz, que los aparte de la férrea doctrina del pastor o del ungido. Es una alegre aventura entrar a este tipo de iglesias, y una terrible pesadilla, querer luego salir. Algunos partidos políticos curiosamente coinciden con tales prácticas.

La mujer, no debe arreglarse, explica el libro del doctor Enroth. No pueden usar tintes para el cabello, no se lo pueden cortar, cero cosméticos, no pueden usar pantalones, no pueden arreglarse las cejas, no afeitarse las piernas, no usar ropa moderna o prendas de moda. Desgraciadamente esto termina por frustrar a las mujeres haciéndoles creer que esa apariencia agrada a Dios, expresa el autor en su libro.

La sumisión absoluta, hasta el involucramiento de los líderes en las intimidades familiares y vecinales es una norma de vida. En el nombre del amor de dios (¿Moloc, será?) predican prosperidad y liberación de tus angustias. Te expolian de un diez por ciento de tus ingresos, que se incrementa con las ofrendas por una petición especial que requieres, hasta provocarte crisis del presupuesto de la familia. Te venden botellas de agua, telas de colores, cuadros, tierra de Jerusalén, amuletos, oraciones impresas, que cambiarán tu vida. Los asiduos compradores de promesas, cambian sus hábitos con las máquinas de juego, las cartas, la lotería, etc.., por esos delirios con lo que se camina peligrosamente al filo del abismo, con una carga mental fantasiosa y además costosa. Es una nueva forma de programación de la mente. Los nuevos esclavos del siglo 21.

Nadie quiere que lo llamen secta, quieren el respeto y la consideración de un templo cristiano, aunque en el nombre de Cristo, cometen barbaridades. Estas “iglesias” emplantillan a sus clientes, con todos los datos como cualquier corporación, sus ingresos, sus contactos y relaciones, sus gustos y aficiones, hasta completar el perfil que les permita administrarlos, tocando sus miedos y deseos más íntimos para su manipulación. La pregunta es, ¿son cerebros superdotados los líderes iluminados de estas organizaciones? ¡No! Son grupos entre los que hay profesionales interdisciplinarios, desde psicólogos neo-conductistas y letrados en el comportamiento humano, hasta políticos experimentados en la manipulación de masas e individuos. Burrus Frederick Skinner, uno de los psicólogos conductistas que más influencia ejerce en la psicología contemporánea, en sus trabajos de experimentación habla del “moldeamiento” que significa recompensar las acciones que más se aproximan a las respuestas deseadas. Este es parte del método —si tú das, tú recibirás mucho más—. Pero el dar, se circunscribe a la secta y a los líderes.

¿Tendrán relación las estadísticas de suicidios en Nicaragua, con estas doctrinas de lavado de cerebro, que te estafan con una falsa prosperidad a cambio del fruto de tu sudor y tu trabajo? ¿Cómo viven los dirigentes de esas bienhechoras organizaciones? ¿Qué autos andan, y qué restaurantes visitan? ¿Dónde vacacionan con el dinero de los inversionistas espirituales?

El mercadeo de la paz no es nuevo. En este negocio han estado a través de la historia multitud de malhechores lucrándose de las necesidades espirituales de los demás, aunque la Biblia nos enseña que “nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por su vida” (Salmo 49.7). Tenga cuidado con esas empresas que dicen llamarse iglesias, y que lo están esquilmando en nombre de Dios.

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