lunes, 29 de octubre de 2012


Opinión Marzo 2010
El alter ego de los políticos cristianos
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Una sociedad vilmente engañada ante políticos que se presentan como humildes ovejitas cuando requieren votos, y luego como lobos de largos y sangrientos colmillos ya en sus cargos, no puede menos que rechazar su participación en las votaciones, como una justa protesta por el sentimiento de decepción, traición, manipulación y engaño, que se carga como una cruz, inaceptable,
inducida y dolorosa, por grupos que con actitud walkeriana parecieran despreciar su propio país.

Muchos cristianos no sólo en Nicaragua, se abstienen, y muestran gran temor de participar en política, porque lo ven como un campo minado, donde fácilmente se puede matar la fe y caer en adulterio espiritual, adorando más el dinero y el poder, que a Dios, que es la fuente de todo y el centro mismo de la vida del creyente. Esto, obviamente es un error. El concepto de comunidad de eremitas o el aislacionismo que algunos líderes cristianos propugnan para apartarse de la contaminación del mundo, en las diferentes áreas de la sociedad y la vida, no es el modelo que Jesucristo enseñó.

Hasta ahora los cristianos católicos o evangélicos que han participado en política en nuestro país no han logrado dar un buen testimonio de su fe, ya que su participación arranca con un buen slogan cristiano como pantalla de campaña, para caer luego en los brazos del mejor contratista de conciencias. Esto desafortunadamente provoca resistencia a la participación de los fieles creyentes, que alimentándose de esos infames testimonios, miran el infierno en la política, ponen distancia, y ello facilita la participación de “los otros” y las desdichadas consecuencias que nos presenta la historia.

La política nicaragüense requiere de la participación de verdaderos creyentes cristianos, que acepten este desafío como una inspiración del Espíritu Santo, y más que un negocio redondo, puedan aceptarlo como un apostolado, en el cual deberán buscar el bien de los connacionales, antes de cualquier interés personal, con humildad, patriotismo y temor de Dios. Hombres y mujeres defensores de la verdad, dueños de un verdadero compromiso con la sociedad a la que deberán defender ante intereses inescrupulosos, disfrazados y antagónicos con fuertes principios y valores que propugnan por el bien común, es lo deberíamos esperar de cristianos fieles al Señor.

Siendo Nicaragua mayormente una nación de cristianos, no se deberían abandonar las responsabilidades del Gobierno y la administración pública en manos de personas con intenciones erráticas y difusas, como los ninivitas de la antigüedad, incapaces de distinguir entre el bien, del mal. La no participación de cristianos genuinos —aquéllos que están luchando por modelar a Jesucristo en su quehacer diario—, trae como consecuencia una confusión babeliana institucional, donde los políticos parecen comunicarse en lenguas extrañas con capacidad sólo de tener consensos artificiales, preocupados por perennizar su sillón en la asamblea, la corte o los ministerios. Los funcionarios cristianos genuinos “con temor de herir a Dios en su actuar” podrían coadyuvar en la disminución de la corrupción y en la generación de confianza que tanto se busca.

¿Cómo ser cristiano y trabajar en política?, es la pregunta que se hacen algunos creyentes. Tomas Moro, canciller inglés, conocido hoy como patrono de los Gobernantes y Políticos, pudo dar una clave momentos antes de su muerte, que a lo largo de los tiempos sigue teniendo una gran validez: “Muero como buen servidor del rey, pero primero Dios”. Los cristianos queremos ver el modelo de Cristo en los políticos que se definen como cristianos, un modelo de una sola verdad como Natanael de quien Jesús comentó: “Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay falsedad”.


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